lunes, 10 de agosto de 2009

ESTUDIO DE LOS EVANGELIOS

ESTUDIO DE LOS EVANGELIOS
(Agustín Petrosselli, csj – Danilo Medina L, ssp).

San Marcos:
El Evangelio del “Hijo de Dios” y “Mesías”

Si bien es cierto que en nuestra Biblia encontramos como primer evangelio el de Mateo, por nuestra parte deseamos adentrarnos al mundo de los evangelios empezando por Marcos, por una razón muy sencilla: porque cronológicamente fue Marcos el primero en escribirse, aunque aparezca como segundo en el orden del Canon Bíblico.

1. ¿Quién era san Marcos?
En la misma Biblia podemos encontrar algunos datos acerca de este evangelista que, según la costumbre del tiempo, llevaba dos nombres: JUAN MARCOS (Cf. Hch 12, 12.25; 15, 37). En efecto, sabemos que fue pariente muy cercano de Bernabé, tal vez primo o sobrino, pero no perteneció al grupo de los Doce Apóstoles. Su familia profesaba y vivía fervorosamente la fe cristiana, a tal punto que en la casa de María, su madre, en Jerusalén, se reunían los creyentes para hacer oración (Cf. Hch 12, 12).
Inicialmente, Marcos aparece en la historia de la naciente Iglesia como discípulo y compañero del propio Bernabé y de Pablo, y hacia el año 43 parte con ellos para Antioquía (Cf. Hch 12, 25). Un poco más tarde los acompaña en su primer viaje apostólico y se reúne con ellos en Chipre y Salamina (Cf. Hch 13, 5). Pero de repente, por motivos que aún se desconocen, los abandona mientras estaban en Panfilia, y regresa a Jerusalén, su ciudad natal (Cf. Hch 13, 13). Hacia el año 50 se reencuentra con los dos apóstoles en Chipre, pero allí es causa de una seria discusión entre Pablo y Bernabé, porque Bernabé quería llevar consigo a Marcos en el segundo viaje apostólico que iban a emprender, mientras que Pablo no estaba de acuerdo, siendo que los había abandonado durante el primer viaje. Esta situación produjo la separación entre los dos apóstoles: Bernabé parte para Chipre en compañía de Marcos, en tanto que Pablo elige a Silas como compañero para continuar su ministerio (Cf. Hch 15, 36-40).
Después de estos acontecimientos, encontramos en Marcos a un discípulo muy apreciado de san Pedro (Cf. 1P 5, 13). Según algunos autores, Juan Marcos sirvió de intérprete a Pedro para poderse expresar en los ambientes griegos. De esta cercanía aprovecha Marcos para poner por escrito las predicaciones y recuerdos de Pedro.
Como cosa curiosa resulta que, al final, aparece Marcos nuevamente junto a Pablo, como el mismo Apóstol lo menciona en sus cartas desde el cautiverio (Cf. Col 4, 10; y Flm 1, 24). Incluso pide a Timoteo que envíe a Marcos para que esté a su lado y para que le ayude en el ministerio, cuando ya el Apóstol se siente cercano a su final (Cf. 2Tm 4, 11).
Después de que Pedro y Pablo ofrecen el supremo testimonio cristiano a través del martirio, no se sabe con certeza qué hizo Juan Marcos, pero algunas tradiciones aseguran que fue obispo de Alejandría de Egipto y que allí mismo fue también martirizado bajo el imperio de Trajano (años 98-117). Sus reliquias fueron trasladadas a Venecia, donde es venerado como patrono de la ciudad. Su relato evangélico lo habría escrito probablemente en Roma, hacia los años 65-70.

2. ¿De qué fuentes se sirvió Marcos para escribir su evangelio?
Como quedó indicado anteriormente, Marcos no fue discípulo directo de Jesús, y por lo tanto no escuchó de viva voz su enseñanza; pero este hecho no afecta la veracidad de su testimonio, ya que tuvo en cambio el privilegio de estar muy allegado a Pedro, Bernabé e incluso Pablo. En este sentido, no resulta difícil concluir que en su relato evangélico Marcos pone por escrito los recuerdos y predicaciones de los Apóstoles, particularmente de san Pedro.
Dos Padres de la Iglesia del segundo siglo (Papías -140- y Clemente de Alejandría -200-) han dado el testimonio de esta cercanía de Marcos respecto de Pedro, y de cómo esta circunstancia se encuentra al origen de su relato evangélico. En todo caso, no fue Pedro su única fuente; seguramente dispuso de otras fuentes o documentos que habrían sido escritos previamente acerca de Jesús.
Es bueno recordar que el propio Marcos sirvió a su vez como fuente directa para los evangelios de Mateo y Lucas (con los cuales forma el grupo de los “sinópticos”).

3. ¿Cuáles son las características generales del evangelio de Marcos?
3.1. Extensión: Es el relato evangélico más corto: contiene solamente 16 capítulos. No refiere datos acerca de la infancia de Jesús, y prácticamente comienza con una breve referencia a la acción de Juan el Bautista y el inicio de la vida pública del Señor a partir del bautismo en el Jordán. Sus dos últimos capítulos los dedica al relato de la pasión, muerte y resurrección y ascensión del Señor.
3.2. Destinatarios: Los destinatarios del evangelio de Marcos eran los cristianos de Roma, de origen pagano, es decir, no judío. Así encontraremos, por ejemplo, que el evangelista se detiene a explicar las costumbres judías a sus lectores (Cf. Mc 7, 3-4; 14, 12; 15, 42), o traducir las palabras arameas, o aclarar los detalles geográficos de Palestina (Cf. Mc 1, 9; 5, 1.41; 7, 31; 11, 1; 14, 36; 15, 22.34).
3.3. Objetivo fundamental: Marcos centra su interés en presentar a Jesús como EL HIJO DE DIOS. En efecto, todo su relato evangélico busca responder a una sola pregunta: ¿Quién es Jesús de Nazaret? La respuesta directa y sencilla que da Marcos es justamente aquélla: El es el Mesías, el Hijo de Dios, pero un Hijo de Dios que actúa, por eso el evangelista no pone en boca de Jesús grandes discursos, sino más bien obras que demuestren la realidad del Hijo de Dios (Cf. Mc 1, 1.11.25ss; 2, 5ss; 3, 3.11; 4, 39; 5, 7s.34.41; 8, 27ss, etc.).
3.4. Estilo literario: Debemos reconocer que el evangelio de Marcos no goza de un estilo literario demasiado pulido; más bien es un relato popular y sencillo, pero lleno de vivacidad y frescor. Con frecuencia incluye en su narración detalles concretos que contribuyen a darle a todo el evangelio un tono de realismo y cercanía respecto del lector, involucrándolo así en los episodios que relata.
Las escenas que describe Marcos vienen presentadas y adornadas con detalles que serían propios de quien está siendo testigo ocular de los acontecimientos. Este aspecto particular nos recuerda nuevamente que es san Pedro quien está a la fuente del relato (Cf. Mc 3, 31; 4, 35s; 5, 1s.21s; 6, 34, etc.).
Estructura del relato: Marcos construye los relatos de la vida de Jesús con un plan bien preciso y perfectamente pensado, en función de su enseñanza central: “Jesús es el Hijo de Dios”. De hecho, la primera grande división que podemos encontrar en su evangelio corresponde a dos partes, cada una de las cuales concluye con su anuncio fundamental:
PRIMERA PARTE: Concluye con la profesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Mc 8, 27-29).
SEGUNDA PARTE: Concluye con la profesión del centurión: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15, 39).
Además de esta división general, podemos encontrar en Marcos otra estructura más detallada, de carácter propiamente teológico:
A. Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías
1. Introducción y hechos preparatorios: Mc 1, 1-13.
2. Revelación de Jesús y ceguera de los discípulos: Mc 1, 14 - 3, 6.
3. Revelación de Jesús e incomprensión de sus parientes y paisanos: Mc 3, 7 - 6, 6a.
4. Revelación de Jesús y reconocimiento inicial de los discípulos: Mc 6, 6b - 8, 29.
B. Características de Jesús-Mesías: sufriente e Hijo de Dios
1. En camino hacia Jerusalén: anuncios de la pasión: Mc 8, 31 - 10, 52.
2. En Jerusalén: revelación de Jesús como Juez y Señor del Templo: Mc 11, 1 - 13, 37.
3. Pasión, muerte y resurrección: revelación de Jesús en plenitud: Mc 14, 1 - 16, 8.
4. Apéndice: misión de los discípulos: Mc 16, 9-20.
En esta estructura teológica se nota la intención de Marcos de demostrar progresivamente que Jesús es el Mesías y el Salvador, y describir a ese Mesías como el Siervo que va a la cruz en medio de la incomprensión de todos.
Es necesario tener presente que las constantes referencias geográficas revisten también un interés teológico. Galilea y Jerusalén son los dos escenarios centrales donde se desarrolla la vida de Jesús: su acción mesiánica se ubica primero en Galilea, porque será desde Galilea que partirá el Evangelio después de su muerte; y su progresivo viaje a Jerusalén con el desenlace de su pasión-muerte-resurrección enfatiza el cumplimiento mesiánico de Cristo. De este modo, para Marcos, los escenarios geográficos más que lugares físicos son lugares “teológicos”.

4. Mensaje fundamental del evangelio de Marcos:
4.1. Primera Parte del evangelio: capítulos 1 - 8
4.1.1. ¿Quién es ese hombre?
En la primera parte de su relato evangélico, Marcos pone en el trasfondo una pregunta sustancial muy precisa: ¿Quién es Jesús de Nazaret?, con el propósito de ir conduciendo progresivamente a sus lectores (los no judíos convertidos a la fe cristiana) hacia el encuentro con el Mesías, como respuesta vital a la pregunta planteada. Podríamos decir que es una catequesis que acompaña a los catecúmenos hasta facilitarles la adhesión a Cristo.
Conviene precisar la progresión de esta pregunta fundamental sobre los diversos aspectos de la identidad de Jesús expuesta por Marcos:
1. Primero la gente pregunta quién es Jesús, frente a su autoridad, su doctrina y su poder respecto de los espíritus malos (Cf. Mc 1, 22.27).
2. Además son los mismos “demonios” (en el lenguaje de Marcos) quienes proclaman la identidad de Jesús (Cf. Mc 1, 24; 3, 11; 5, 6-7). Este detalle es muy importante para Marcos: la acción de Jesús que libera al hombre de la esclavitud del demonio, es un aspecto revelador de su identidad mesiánica (Cf. Mc 1, 23-28.39; 3, 11.15; 5, 1-17; 7, 24-30; 9, 16-29).
3. Cuando Jesús manifiesta su poder frente a las enfermedades y su capacidad de perdonar los pecados, la gente se pregunta: ¿Quién es éste, que perdona los pecados? (Cf. Mc 2, 5-10).
4. Luego son los maestros de la ley y los fariseos quienes se hacen la misma pregunta ante la actitud de Jesús para con los publicanos y pecadores (Cf. Mc 2, 15-16).
5. También sus propios discípulos se preguntan quién es Jesús cuando El muestra su poder sobre la naturaleza (Cf. Mc 4, 35-41).
6. Más adelante vuelve a plantearse el mismo interrogante; esta vez por parte de sus mismos parientes y paisanos (Cf. Mc 6, 1-4).
7. Y, en fin, en Cesarea es Jesús mismo quien lanza la pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? (Cf. Mc 8, 27-30).
En la recurrencia de la pregunta sobre el Cristo, Marcos deja clara su intención de despertar en los catecúmenos y en todos sus lectores la misma profesión de fe con la que Pedro concluye la primera gran parte del Evangelio: “¡Tú eres el Mesías!” (8, 29).
4.1.2. La extraña actitud de Jesús: el “secreto mesiánico”:
Es curioso constatar que a pesar de la insistente pregunta sobre su identidad, Jesús no sólo evita dar respuestas directas, sino que incluso, a quienes le conocen o creen conocerlo, les prohibe revelar su identidad: al endemoniado que lo reconoce, por ejemplo (Mc 1, 24-26), a los demonios que expulsa (Cf. 1, 34), al leproso que sanó (Cf. 1, 44), a los espíritus impuros que pregonaban a gritos su identidad (Cf. 3, 11-12), a los testigos de sus milagros también les pide silencio (Cf. 5, 43; 7, 36), y finalmente, a sus discípulos les prohibe igualmente divulgar su profesión de fe (Cf. 8, 30; 9, 9).
Los estudiosos de la Biblia llaman “secreto mesiánico” a esta actitud de Jesús. Pero antes de intentar comprender el porqué de este secreto en Marcos, es necesario notar que en el Evangelio estas consignas de silencio son constantemente violadas y que, a pesar de las órdenes que da Jesús, las personas hablan y divulgan aquello que el Señor les pedía callar (Cf. Mc 1, 44; 7, 36).
Ahora si, a manera de respuesta al porqué del secreto mesiánico, podemos formular dos precisiones:
1. Puede ser que Marcos quisiera acentuar la fuerza del poder de Jesús, por encima de toda voluntad de mantenerla escondida. Es decir que, a pesar de que Jesús no lo quiera, su gloria es tan grande y luminosa que no puede permanecer escondida.
2. Pero, a la luz de todo el evangelio de Marcos, la actitud de Jesús se explica mejor con su elección “mesiánica” de recorrer el camino no de la gloria sino de la humillación y de la cruz, porque era por esa senda que se debía realizar la salvación de la humanidad.
4.1.3. El rechazo de la identidad de Jesús:
Frente a la maravilla y asombro que produce en la gente la manifestación de Jesús, a través de sus actitudes y milagros, Marcos presenta otra realidad: no todos aceptan a Cristo como el Mesías. En efecto, frente a la personalidad de Jesús que se va revelando progresivamente, el hombre se siente avocado a definirse: aceptarlo o rechazarlo. Al fin y al cabo Jesús respeta la libertad humana; no obliga a nadie a adherirse a su causa.
Cuando la enseñanza del Señor supera el horizonte de lo extraordinario y maravilloso para proponer también el camino del sacrificio, de la renuncia y del calvario, es entonces cuando muchos lo abandonan (Cf. Mc 10, 22). Y es esto lo que encontramos en el relato evangélico de Marcos: Jesús comienza su ministerio rodeado por grandes multitudes, pero poco a poco se va reduciendo el círculo de sus discípulos, hasta limitarse solamente al grupo de los Doce, porque la incomprensión de su doctrina y persona conduce a muchos al rechazo (Cf. 2, 16.24; 3, 6.21; 5, 17.40).
4.2. Segunda parte: capítulos 9 - 16
4.2.1. Camino hacia la cruz:
Después de la confesión de fe de Pedro (Mc 8, 27-30), Marcos realiza notables cambios en su relato: disminuye la narración de milagros; aumenta las enseñanzas de Jesús, quien se va dirigiendo a un círculo cada vez más pequeño; y, ante todo, se enfatiza no tanto al aire triunfal del mesianismo que los discípulos esperaban, sino más bien, el “camino hacia Jerusalén”, es decir, se hace presente el anuncio repetido de la pasión (Cf. 8, 31; 9, 9-10.30; 10, 32-34).
La segunda parte del evangelio comienza precisamente con un nuevo estilo de enseñanza por parte de Jesús, el cual pone de manifiesto su camino hacia el padecimiento, el rechazo, la crucifixión y la resurrección. Ante este misterio de su muerte cercana, Marcos subraya con grande fuerza dramática la incomprensión de los hombres; incluso de sus más cercanos, a quienes les es difícil aceptar esa dimensión mesiánica, y lo abandonan en el momento supremo de la cruz (Cf. 8, 33; 9, 32; 14, 66-72).
Desde el final del capítulo 8 en adelante, Marcos reúne en síntesis los puntos principales de la enseñanza de Jesús para el discípulo que quiera seguirlo:
1. “El que quiera seguirme, que tome su cruz...” (8, 34-38).
2. “Quien quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor...” (9, 34; 10, 42-45).
3. “El Reino de Dios es para quienes se asemejan a los niños...” (10, 13-16).
4. El Maestro comprende la ignorancia de los discípulos, y en diálogo amistoso les explica los secretos del Reino (Cf. 9, 11-13.16-29.38-41; 10, 2-12.28-31; 11, 20-33; 12, 28-34).
5. Les instruye sobre el fracaso del “Hijo de David” en Jerusalén, para que su pasión no los tome desprevenidos (Cf. 12, 1-12).
4.2.2. La Pasión
En Marcos, el relato de la pasión ocupa un amplio espacio del libro, que incluso podría llegar a parecer desproporcionado respecto del resto del evangelio; pero esto no es por casualidad; al contrario, expresa la clara intención de hacer comprender que es en la pasión y en la muerte donde Jesús revela abiertamente su identidad de Hijo de Dios y Mesías. Y los capítulos precedentes habían ya preparado el camino: el viaje apostólico de Jesús llega a su meta en Jerusalén.
Cuando Marcos insiste en la subida del Maestro a la Ciudad Santa, lo que hace es remarcar dramáticamente que todo el sentido de la vida y misión de Cristo se orienta a la Cruz como a su centro. Podríamos, entonces, decir que Marcos es “el evangelio de la cruz”, porque es ante la cruz que el catecúmeno (y cada uno de nosotros) está llamado a profesar el auténtico acto de fe. Es en la cruz donde se descubre la verdadera identidad del Mesías, un Mesías Rey y Señor que se entrega y sacrifica (Cf. Mc 15, 2ss) y que es reconocido por los paganos: ¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!” (Mc 15, 39).

5. Conclusión: Dejémonos interpelar por Marcos:
Al finalizar este sencillo y breve encuentro con el evangelio de Marcos, debemos sentirnos invitados a leer y meditar con calma todo el relato, asumiendo la actitud del discípulo, del catecúmeno que se deja guiar por el Maestro Divino hacia las fuentes de la fe. Rehagamos también nosotros este itinerario de fe que Marcos propone a los primeros cristianos.
Y para que el evangelio de Marcos nos conduzca a una profesión de fe madura en Cristo Jesús, procuremos leerlo teniendo en cuenta las siguientes sugerencias:
1. Leer a Marcos a la luz del Jesús viviente. Toda la actividad de Jesús se proyecta como la presencia viva del Hijo de Dios entre nosotros: es hoy cuando Jesús vive, enseña, llama y se revela. El tiempo presente utilizado por Marcos nos puede ayudar a comprender que Jesús no es una realidad del pasado, sino una persona que sigue viviendo y actuando.
2. Procurar descubrir la presencia de Jesús en medio de nosotros, en nuestras realidades cotidianas. El nos anima como Maestro que es y nos convoca al compromiso de ser misioneros para extender su obra liberadora y salvífica de nuestro mundo.
3. Valorar las enseñanzas de Jesús incluso en medio de las contradicciones, las cruces, el rechazo, es decir, dar valor salvífico al sufrimiento y comprender que en el servicio a los demás y en dar la vida como Jesús es donde mejor se demuestra y acrisola nuestra fe.


San Mateo:
El Evangelio del Reino de Dios

El primer libro que encontramos al comienzo del Nuevo Testamento es el relato evangélico según san Mateo, que ahora nos proponemos conocer mejor, aunque sea de manera breve y sencilla.

1. ¿Quién era Mateo?
La tradición cristiana identifica al autor de este primer evangelio (según el canon bíblico), con Mateo, el Publicano, uno de los Doce apóstoles del Señor, llamado también Leví (Cf. Mc 2, 14; Lc 5, 27; Mt 9, 9). Mateo era un recaudador de impuestos o empleado de Hacienda, probablemente a órdenes de Herodes Antipas; desempeñaba su mal oficio en Cafarnaum, donde fue llamado por Jesús a hacer parte de sus seguidores más cercanos. Su inmediata y generosa respuesta a la invitación del Maestro son proverbiales: “Leví, dejándolo todo, se levantó y lo siguió” (Lc 5, 28).
Sabemos, por los datos que aporta el evangelista Marcos, que Mateo era hijo de Alfeo (Cf. Mc 2, 14), hombre seguramente conocido por las primeras comunidades cristianas. Algunos autores sostienen que probablemente era pariente de Santiago el menor y que, por lo tanto, pertenecía a un círculo familiar cercano a Jesús. Por su oficio de cobrador de impuestos es fácil deducir que gozaba de una cierta solvencia económica y de una suficiente preparación cultural, en cuanto que cobrar los impuestos para el rey exigía saber hablar y escribir tanto en arameo como en griego.
Aparte de estas informaciones, no sabemos más detalles de la vida de Mateo, ni de su actividad apostólica después de Pentecostés. Mientras algunas fuentes antiguas afirman que Mateo no murió martirizado, otras fuentes menos consistentes describen los largos padecimientos de su supuesto martirio: lapidado, quemado y decapitado en Etiopía.

2. ¿Quién fue el autor del evangelio?
La tradición cristiana creía que el autor de este relato evangélico era el mismo apóstol Mateo, apoyándose en testimonios de Papías y de san Ireneo. En efecto, Papías, Obispo de Hierápolis, escribió hacia el año 130, afirmando que Mateo escribió en Hebreo (=arameo) las palabras del Señor. Por su parte, san Ireneo, hacia el año 180 decía también que Mateo había escrito su evangelio en hebreo, en la época en que Pedro y Pablo predicaban en Roma. Según esto, Mateo habría escrito el primer evangelio, y en lengua hebrea o aramea.
Sin embargo, el “evangelio de Mateo” que encontramos en nuestras biblias fue escrito seguramente en lengua griega, y además, como ya lo habíamos mencionado anteriormente, es claro que Mateo y Lucas dependen de Marcos, que fue el primero en escribirse. Esta situación parece resolverse de manera sencilla aceptando que Mateo escribió sí un primer texto en hebreo que luego se perdió, pero hubo un autor desconocido (redactor final del evangelio) que, teniendo como fuente el original evangelio de Mateo en hebreo, lo tradujo al griego y le agregó elementos de otras fuentes, particularmente discursos y parábolas del Señor, que no hacían parte del escrito anterior en hebreo, y se conforma de esa manera el libro que entró a formar parte del canon del Nuevo Testamento.

3. ¿Qué fuentes están a la base del relato evangélico de Mateo?
El redactor final del evangelio que llamamos “de Mateo”, compuso su relato a partir de tres fuentes, a saber:
3.1. Evangelio de Marcos: Aproximadamente la mitad del evangelio de Mateo tiene su origen en el relato de Marcos; de él tomó el trazado general de los hechos, aunque se permite retocarlos o abreviarlos según sus objetivos propios.
3.2. “Fuente Q”: Es el nombre que los especialistas dan al escrito original del apóstol Mateo, se trata de aquel escrito en hebreo (o arameo), llamado por Papías “Las Palabras de Jesús”, que es una colección de discursos de Jesús, desconocida por Marcos, pero en cambio usada también por Lucas. Aproximadamente una cuarta parte del evangelio está tomada de esta fuente “Q” o “primer Mateo”.
3.3. Otras informaciones propias, que constituyen el material propio y original del redactor final del Evangelio de Mateo.

4. Características generales del evangelio de Mateo
4.1. Lugar y fecha de composición: Acerca del lugar de composición de este relato evangélico, según algunos autores, proviene de un ambiente palestinense; otros en cambio, ubican su origen en el contexto geográfico sirio, podría haber sido escrito en la capital de Siria, es decir, Antioquía, en una fecha cercana al año 80 dC., si pensamos en el evangelio tal como ya lo tenemos hoy en el canon. Si se piensa en el primer relato escrito en arameo, la fecha habría que ubicarla en las proximidades del año 64 dC.
4.2. Destinatarios: El Evangelio de Mateo, como los demás, nació en el contexto de una comunidad cristiana viva, con el propósito de responder a las necesidades y circunstancias concretas de esa comunidad. Ahora bien, por el estilo, lenguaje y contenido del relato, podemos afirmar que dicha comunidad cristiana era ciertamente de origen judío, marcada profundamente por las tradiciones y mentalidad judías. En efecto, aunque la redacción canónica está escrita en griego, el evangelista razona y articula su escrito según la mentalidad hebraica: hace frecuentes referencias a la Ley y los Profetas y a las costumbres judías.
Sin embargo, aunque el evangelista tiene claro el carácter judaico de la comunidad destinataria de su relato, no por ello pierde de vista que es, sobre todo, comunidad cristiana, y por eso no teme afrontar la polémica contra los fariseos y contra el pueblo judío en general, porque le interesa presentar a Cristo como el que viene a dar cumplimiento y perfección a la Ley; la novedad de Cristo y su Reino supera la estrechez y limitaciones de las tradiciones judías (Cf. Mt 23, 1-39).
4.3. Objetivo fundamental: El evangelio de Mateo se propone testimoniar que Jesús es el Mesías prometido, es el nuevo Moisés; que en El se da pleno cumplimiento a las profecías y anuncios del Antiguo Testamento, que El es el Rey prometido. Mateo ubica la vida y obra de Jesús en el contexto de la Historia de la Salvación, por eso son tan frecuentes sus referencias y citas del Antiguo Testamento. El Reino de Dios se hace presente en la historia humana, por medio de Cristo, para darle plenitud y salvación, y en ese Reino, Jesús es el Nuevo Moisés que promulga la nueva Ley del amor. Este anuncio el evangelista lo dirige primeramente al pueblo de Israel, pero como éste lo rechaza, la invitación a la salvación pasa a los paganos y se hace universal, bajo el concepto de Reino de Dios: plenitud de vida y salvación para todos.
4.4. Estilo literario: Como ya quedó indicado anteriormente, el estilo literario de este relato evangélico está penetrado de la mentalidad judía. Son muy constantes los “semitismos” usados por Mateo, es decir, refiere abundantes expresiones hebraicas y hace frecuentes citaciones del Antiguo Testamento (Cf. Mt 1, 23; 2, 18; 4, 4; 6, 8.15; 11, 10; 12, 7.18-21).
Su manera de escribir privilegia la brevedad y claridad, cuando se refiere a los hechos, mientas que se detiene y da mucha amplitud a los discursos de Jesús: son 5 los grandes discursos que Mateo pone en boca de Jesús para presentarlo como Nuevo Moisés, Nuevo Legislador y Maestro, fundador del Nuevo Reino. Precisamente estos discursos son lo más original de Mateo y son elaborados técnicamente a partir de las enseñanzas originales de Jesús.
4.5. Estructura del evangelio: La presencia de los cinco grandes discursos de Jesús (Mt 5 - 7; 10; 13; 18 y 24 - 25) y el centralismo del tema del Reino de Dios, nos permiten comprender y apreciar mejor el modo como Mateo quiso articular su evangelio. En este mismo sentido, es muy interesante la estructura que nos ofrece la “Biblia de Jerusalén”, que a continuación nos permitimos transcribir:
I. INTRODUCCION
Nacimiento e Infancia de Jesús: Mt 1, 1 - 2, 23
II. LA PROCLAMACION DEL REINO DE LOS CIELOS
1. Sección narrativa: Mt 3, 1 - 4, 25
2. Discurso evangélico (Sermón de la Montaña): Mt 5, 1 - 7, 29
III. LA PREDICACION DEL REINO DE LOS CIELOS
1. Sección narrativa (Diez Milagros): Mt 8, 1 - 9,38
2. Discurso apostólico: Mt 10, 1-42
IV. EL MISTERIO DEL REINO DE LOS CIELOS
1. Sección narrativa: Mt 11, 4 - 12, 50
2. Discurso parabólico (=en parábolas): Mt 13, 1-52
V. LA IGLESIA, PRIMICIA DEL REINO DE LOS CIELOS
1. Sección narrativa: Mt 13, 53 - 17, 23
2. Discurso eclesiástico: Mt 18, 1-35
VI. EL PROXIMO ADVENIMIENTO DEL REINO DE LOS CIELOS
1. Sección narrativa: Mt 19, 1 - 23, 39
2. Discurso escatológico: Mt 24, 1 - 25, 46
VII. CONCLUSION
Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús: Mt 26, 1 - 28, 20.
Este esquema, estructurado en 7 partes (teniendo en cuenta la importancia de este número en el contexto bíblico, como sinónimo de perfección), nos ayuda a comprender mejor cómo Mateo nos ofrece una catequesis integral acerca de la vida y enseñanza de Jesús Maestro, bajo la óptica del Reino que fue objetivo fundamental de su misión, y por lo tanto de la misión de la Iglesia.

5. Mensaje central del evangelio de Mateo
5.1. La Infancia de Jesús (Mt 1 - 2): El evangelista en los dos primeros capítulos de su relato nos ofrece una serie de noticias acerca de la infancia de Jesús, con el propósito de sugerir una reflexión teológica sobre el misterio de Cristo. Así pues, los 5 breves relatos que comprenden estos capítulos y sus respectivas citas del Antiguo Testamento, son una presentación de Jesús como el descendiente de Abraham y de David (Cf. 1, 1ss), “el Dios-con-nosotros” (Cf. 1, 23) y el nuevo Moisés (Cf. 2, 6.15).
5.1.1. La Genealogía de Jesús (Mt 1, 1-17): Desde el comienzo de su evangelio, Mateo deja ver su preocupación de mostrar que Jesús es el Mesías anunciado por las Escrituras, el verdadero descendiente de Abraham e Hijo de David, por eso presenta una “genealogía de Jesús”, que equivaldría a su carta de identidad y de pertenencia al Pueblo escogido. Mateo da importancia al valor simbólico de los números, por eso, los 42 nombres que presenta en dicha “genealogía” vienen repartidos en 3 grupos de 14: el 3 representaría la plenitud de los tiempos y el 14 es el número simbólico de David, porque corresponde a la suma de la equivalencia numérica de las consonantes de su nombre en hebreo (D, W, D = 4+6+4 = 14).
5.1.2. San José en la Historia de la Salvación (Mt 1, 18-25): Mientras que Lucas es el cantor de María en el misterio de la infancia de Jesús, Mateo es el cantor de la misión de José en el plan salvífico, por eso nos lo presenta como “el hombre justo”, obediente al proyecto de Dios, encargado además de “dar el nombre” a Jesús. El Dios-con-nosotros entra en la historia humana con la participación silenciosa pero activa de José, y gracias a él se pueden establecer las “raíces davídicas” del Mesías y su identidad social dentro del Pueblo de Israel.
5.1.3. Jesús: nuevo Moisés y nuevo Rey (Mt 2): El relato de los “magos venidos de Oriente” sirve a Mateo para establecer la oposición entre Jesús, nuevo Rey anunciado y esperado desde antiguo, con el Rey Herodes. El Reinado de Cristo es muy distinto de aquel de los reyes de este mundo, por eso es frecuentemente rechazado por los propios judíos, y en cambio aceptado por los “paganos” (= no judíos), representados en los famosos “magos” (Cf. 2, 1-12).
Ahora bien, este y otros detalles de la infancia de Jesús sugieren un paralelismo entre Jesús y Moisés: como en el caso de Moisés, también Jesús logra escapar de la matanza ordenada por Herodes, en circunstancias similares (Cf. Ex 1, 15-16 y Mt 2, 16). Este paralelismo continuará a lo largo de todo el evangelio, así por ejemplo, los 5 grandes discursos de Jesús evocan los 5 libros de la Ley (Pentateuco) atribuidos a Moisés, y el relato de la transfiguración presentará claramente a Jesús como el nuevo Moisés (Cf. 17, 1-4).
5.2. El Sermón de la Montaña (Mt 5 - 7): Jesús, el Maestro, nos da la gran noticia: ¡Ha llegado el Reino de Dios! Es hora de entrar en él viviendo la nueva Ley propuesta por Cristo, para ser sal y luz del mundo, confiando en la providencia de Dios y apoyados en la oración.
5.2.1. El programa de vida: las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12): El estilo de vida de quienes desean participar del Reino de Dios, debe estar decididamente animado por los valores propuestos por Jesús en las “Bienaventuranzas”: solidaridad, justicia, pureza de corazón, misericordia. Dichos valores, asimilados por los seguidores de Cristo, se deben convertir en ellos en actitudes y modos habituales de pensar y actuar; que les permita ser colaboradores en la construcción del Reino, sal, luz y testimonio de santidad para el mundo (Cf. 5, 13-16).
5.2.2. Jesús interioriza la Ley y educa en los nuevos valores (Mt 5, 17 - 7, 29)): Jesús promulga la nueva Ley del Amor que debe modelar la existencia cristiana, y recuerda a sus discípulos la necesidad de confiar absolutamente en la providencia misericordiosa del Padre del cielo. Esta confianza se debe también expresar en la oración perseverante, como diálogo de amor con el Padre que nos hace a todos hermanos. El cristiano es convocado por Jesús a realizar en su vida el ideal de bondad y perfección del Padre celestial, y los frutos de este proceso deben ser concretos y eficaces.
5.3. Los signos del Reino (Mt 8 - 9): Jesús no es sólo poderoso por su Palabra, lo es también por sus obras: los diez milagros que narra Mateo en esta sección son signos concretos de la acción liberadora de Cristo, y por lo mismo, son signos de que el Reino de Dios ya está dinámicamente presente en la historia humana. De otra parte, los signos milagrosos de Jesús revelan su predilección por quienes eran marginados o despreciados por el sistema social judío: los leprosos (Cf. 8, 2-4), los extranjeros (Cf. 8, 5-13), las mujeres (Cf. 8, 14-15), los pecadores (Cf. 9, 9-13). De este modo, Jesús no sólo predica la Buena Nueva del Reino, sino que también realiza y hace presente dicho Reino a través de sus obras a favor de los necesitados: “Jesús... proclamaba la Buena Nueva del Reino y sanaba todas las enfermedades y dolencias” (Mt 9, 35).
5.4. El Reino de Dios en parábolas (Mt 13): A este punto del evangelio, muchos lectores se habrán ya preguntado ¿qué es, entonces, el Reino de Dios? La respuesta la da Jesús, pero no de un modo explícito, sino por medio de parábolas; con ellas busca introducirnos en el misterio del Reino y clarificarnos aquello que implica para nuestro ser y quehacer de cristianos. En efecto, la soberanía de Dios se manifiesta ante todo en la realización de su plan salvífico, que prevee la plenitud de vida y libertad para el hombre, la justicia, igualdad y fraternidad social, y que teniendo su inicio en esta vida, tendrá su realización plena en la otra.
Mateo recoge en 7 parábolas los aspecto esenciales y característicos del Reino: el Reino es como una semilla que Dios esparce generosamente en nuestro mundo, en espera de encontrar corazones generosos que la acojan y le permitan germinar y producir su fruto liberador (Cf. 13, 1-23); el crecimiento de dicha semilla del Reino puede ser obstaculizada por las fuerzas del mal, pero al final fructificará en todo caso, por obra de Dios (Cf. 13, 24-30); el Reino va actuando lenta pero eficazmente, dando sentido a la historia humana (Cf. 13, 31-35); el Reino es una invitación universal a la salvación y no privilegio de unos pocos, pero es a la vez propuesta de santificación para no ser excluidos de él al final de los tiempos (Cf. 13, 47-50).
5.5. La Iglesia: Comunidad al servicio del Reino (Mt 14 - 18): Entre aquellos que aceptan su anuncio del Reino, Jesús elige a quienes serán fundamento de su Iglesia: Pedro y los demás Apóstoles, y los va formando cuidadosamente para la misión que les confía de ser servidores de la causa del Reino. La Iglesia, desde su origen y por voluntad del mismo Cristo, está llamada a predicar y hacer presente el Reinado de Dios. Es una comunidad que por ser humana debe estar en proceso permanente de conversión, debe ir creciendo en comunión, en capacidad de perdón y solidaridad, para que su testimonio ante el mundo sea creíble y eficaz.
5.6. La Venida del Hijo del Hombre (Mt 24 - 25): Inspirado en Daniel y en Zacarías, y en el evangelio de Marcos (Cf. Dn 7 - 11; Zac 13 y Mc 13), Mateo ofrece este último grande discurso de Jesús en el cual se refiere simultáneamente a la caída de Jerusalén y al final de los tiempos, por eso se le llama discurso “escatológico”, porque trata de las últimas realidades. La venida de Cristo Glorioso (segunda venida o “parusía”) es un hecho cierto pero del cual no se conoce el día ni la hora (Cf. 24, 4-6.36), por eso se hace necesaria la actitud de la vigilancia; una vigilancia activa y perseverante que implica compromiso en la construcción de un mundo mejor. La segunda venida de Cristo no debe ser motivo de angustia sino de esperanza, porque coincidirá con la plena realización del Reino y la consumación de toda la historia en Cristo.
La exhortación con la cual termina Mateo esta parte, nos remite a la esencia misma del cristianismo, recordándonos que la mejor manera de estar preparados ante el final de los tiempos es la vivencia concreta del amor cristiano. Nuestra salvación dependerá de la capacidad que hayamos desarrollado para percibir la presencia de Cristo en los hermanos que sufren, en los pobres y necesitados: ellos son sacramentos de Cristo que nos urgen a la solidaridad y a la justicia (Cf. Mt 25, 31-46).
5.7. El Misterio Pascual inaugura el Reino (Mt 26 - 28): En la Pasión, Muerte y Resurrección Jesús realiza el Reino en su Persona. Mateo pone de presente, con frecuentes referencias al A.T., que Cristo es el justo perseguido, el Siervo sufriente de Yahvé en el que se cumplen las profecías antiguas, pero, al mismo tiempo, hasta su final terreno Jesús aparece como el Señor de su destino, quien voluntaria y libremente cumple su misión para inaugurar en sí mismo el Reino, y por eso lleva hasta sus últimas consecuencias la obediencia al Plan de Dios.

Conclusión
El Jesús Maestro presentado por Mateo nos enseña el camino para entrar en el Reino y desde allí trabajar para que éste se extienda a toda la humanidad. Nosotros, como buenos discípulos, hemos de abrir nuestra mente, nuestra voluntad y nuestro corazón para recibir su doctrina de vida que nos compromete en el servicio de nuestros hermanos. Cuando venga la plenitud del Reino al final de los tiempos, el amor fraterno nos dará el pasaporte a la eterna felicidad: “En el ocaso de la vida seremos juzgados sobre el amor” (San Juan de la Cruz).


San Lucas:
Alegre Anuncio de la Salvación Universal

Los invitamos, amigos lectores, a realizar con nosotros una pequeña “caminata” a través del interesante mundo del Evangelio, bajo la guía magistral de Lucas. Ya anteriormente nos hemos dejado acompañar por Marcos y Mateo, y esperamos próximamente contar también con la presencia de Juan, pero estamos seguros de la especial fascinación que Lucas provocará en nuestro ánimo, en beneficio del crecimiento y revitalización de nuestra fe.
Antes de empezar esta breve aproximación al evangelio según san Lucas, conviene que tengamos en cuenta un hecho importante: el relato evangélico de Lucas es la primera parte de una única obra que comprende también el libro de los Hechos de los Apóstoles. En efecto, podemos decir que Lucas escribió su obra en dos volúmenes complementarios entre sí, o sea, el evangelio y los Hechos, que deben ser considerados en conjunto, para poder comprender adecuadamente la intención histórica y teológica de la obra escrita por san Lucas.

1. ¿Quién era san Lucas?
En sus mismos escritos y en las cartas de San Pablo encontramos algunos datos que nos permiten reconstruir modestamente el perfil biográfico del tercer evangelista que, entre otras cosas, es el único evangelista de origen pagano o gentil (=no judío).
Lucas nació en Antioquía de Siria, en fecha incierta. Desde corta edad recibió una sólida formación intelectual, y posiblemente también desde joven se convirtió a la fe cristiana, hacia el año 40 de nuestra era. Era médico de profesión (Cf. Col 4, 14) y colaborador muy cercano y apreciado de san Pablo (Cf. 2Tm 4, 11; Flm 24). De hecho, según sus propias narraciones en los Hechos de los Apóstoles, se sabe que acompañó al apóstol Pablo en su segundo y tercer viaje misionero, propagando con él la luz de la Buena Nueva (Cf. Hch 16, 10-17; 20, 5-15; 21, 1-18; 27, 1-28, 6). También estuvo cerca de Pablo en los difíciles momentos de su cautiverio, primero en Cesarea y luego en Roma, manifestando siempre un grande espíritu de servicio y de fidelidad (Cf. Flm 24; Hch 27, 1ss; 2Tm 4, 11).
Su notable cultura y preparación intelectual las pone al servicio de la evangelización de todos los pueblos, a partir del ambiente helenístico (=griego) del que provenía, y por eso, aunque no conoció directamente al Señor Jesús, recibió la predicación de los Apóstoles y cual agudo investigador se propuso elaborar un “relato ordenado” de los acontecimientos que están a la base de nuestra salvación (Cf. Lc 1, 3-5).
Después de la muerte de san Pablo no sabemos a ciencia cierta lo que haya hecho Lucas, sin embargo, algunas tradiciones afirman que habría muerto en Acaya (Grecia), a una edad aproximada de 84 años. Luego, el emperador Constantino trasladó sus reliquias a Constantinopla, en el año 357. En todo caso, la Iglesia lo venera como mártir.

2. ¿De qué fuentes se sirvió Lucas para su relato evangélico?
Acerca de las fuentes que sirvieron a Lucas en la composición de su evangelio, él mismo nos da un dato interesante en los primeros versículos de su relato: “Puesto que muchos emprendieron la tarea de contar los sucesos que nos han acontecido, tal como nos lo transmitieron los primeros testigos presenciales, puestos al servicio de la Palabra, también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente...” (Lc 1, 1-3). De aquí resulta que el evangelista ha utilizado tanto fuentes orales como documentos escritos.
2.1. Fuentes orales:
Lucas no nos da el nombre de sus fuentes orales, pero a partir de lo que conocemos de su vida, podemos deducir que seguramente una de sus más importantes fuentes orales fue el propio san Pablo, con el cual compartió la fe, el tiempo y las fatigas apostólicas. Los otros apóstoles, muy posiblemente, fueron también fuentes orales de Lucas; y, dada la amplitud de riqueza de detalles que él ofrece acerca de la infancia de Jesús, se podría también pensar en la posibilidad de que Lucas hubiese tenido contacto directo incluso con la Virgen María, la cual además, ocupa un puesto muy especial en su relato evangélico. En todo caso, lo que si es cierto es que Lucas tuvo el interés y la oportunidad de conocer muchos testigos oculares de la vida y enseñanza de Jesús.
2.2. Fuentes escritas:
Junto a los testimonios orales, Lucas se sirvió también de documentos escritos que circulaban en las comunidades cristianas de su tiempo. La principal fuente escrita que está en el trasfondo de Lucas es el evangelio de Marcos, la segunda es la llamada “fuente Q”, de la cual ya habíamos tratado cuando nos referíamos a las fuentes del evangelio según san Mateo (=escrito original del apóstol Mateo, llamado también “Las palabras de Jesús”, o “el primer Mateo”).
Con el propósito de “investigarlo todo” y “hacer un relato ordenado”, Lucas conserva un grande respeto por el material que le proporcionan sus fuentes, pero al mismo tiempo, con delicadeza y buen gusto literario, introduce cambios y detalles en función del mensaje que él quiere dar a sus comunidades; de esta manera, resulta un escrito con estilo propio, definido y elegante, según la sensibilidad propia de Lucas.

3. Características generales del evangelio de Lucas
3.1. Lugar y fecha de composición:
Lo más probable es que Lucas haya escrito su evangelio alrededor del año 80 dC., en todo caso después del 70, porque se puede percibir que tiene ya noticia de la destrucción de Jerusalén, pero no de la persecución por parte de Domiciano. No hay certeza acerca del lugar en el que Lucas escribe su relato evangélico, sin embargo, se suele mencionar Antioquía de Siria como escenario geográfico de la composición de este evangelio.
3.2. Destinatarios:
Al comenzar tanto su relato evangélico como aquél de los Hechos de los Apóstoles, Lucas menciona un tal “Teófilo” como destinatario inmediato de sus escritos (Cf. Lc 1, 3 y Hch 1, 1). Hay quien piensa que este Teófilo pudiera haber sido un amigo o protector del evangelista al cual le dedica sus libros; otros, en cambio, sugieren la posibilidad de que “Teófilo” fuera un nombre simbólico que representa la comunidad helenística a la cual se dirige Lucas. De hecho, Teófilo es un nombre netamente griego que significa “amante de Dios”, con lo cual el evangelista estaría dando universalidad y amplitud a las características de sus destinatarios: todo aquel que se sienta amigo de Dios está invitado a recibir su mensaje.
Lo que resulta claro es que la comunidad que constituye punto de referencia de Lucas es una comunidad cristiana de carácter helenístico, pagano. Así, por ejemplo, el evangelista omite algunos temas netamente judíos que su comunidad no entendería, como lo referente a los ritos de purificación que debían cumplir los judíos (Cf. Mc 7, 1-23, que no aparecen en Lucas), o evita incluir detalles que pudieran ofender la sensibilidad del pueblo no judío, y suaviza las escenas violentas y las manifestaciones de emociones muy intensas, con lo cual aparece evidente el respeto de Lucas hacia la cultura de sus lectores paganos.
3.3. Objetivo fundamental
También en este aspecto, es el propio Lucas quien nos ayuda a comprender el objetivo fundamental que lo movió a escribir su relato; en efecto, nos dice en los primeros versículos lo que se propone: “Así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido” (1, 4). De este modo, Lucas se revela como historiador cuidadoso y como evangelista animado por la fe, en cuanto que no sólo quiere narrar una historia, concienzudamente y con conocimiento de causa, sino que desea ante todo hacer explícita la relación existente entre aquello que narra y “los testigos” que fueron también “ministros de la Palabra”, y así dar el más válido fundamento a la fe de los cristianos.
Cuando Lucas compone su “relato ordenado” (no necesariamente en el sentido cronológico), desea comunicar el mensaje de la vida, obra y doctrina de Jesús, pero no al modo de un biógrafo o periodista moderno, sino como un “evangelista”, es decir, como un testigo y comunicador del mensaje de la salvación universal.
3.4. Estilo literario:
Cuando leemos pausadamente el relato de Lucas, nos damos cuenta de que, aunque narre los mismos hechos que los demás sinópticos (Mateo y Marcos), lo hace con una sensibilidad, estilo y perspectivas originales, de acuerdo con su propia personalidad y preparación, y de acuerdo también con las características particulares de su comunidad de origen.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que Lucas escribió su evangelio en griego, y con un estilo muy elegante y al mismo tiempo sencillo, fácil de comprender. Su obra revela un escritor culto que posee óptimo dominio de la lengua griega.
Otra característica de su estilo lo detectamos en su delicada sensibilidad, en su atención a los detalles, en su amor a la precisión. Lucas, por ejemplo, nos da algunos particulares de personas y sus reacciones psicológicas: duda, admiración, deseo, asombro, aspiraciones, etc. (Cf. Lc 3, 15; 4, 14; 9, 43; 11, 1; 13, 1; 17, 20; 18, 1; 19, 11...).
Además, consciente del origen y carácter griego de su comunidad, evita el uso de términos hebreos, que sí aparecen en los otros evangelistas, sobre todo en Mateo, como “Abbá”, “Boanerges”, “effeta”, “hosanna”, etc. Ya en su estilo literario aparece un aspecto que tendrá grande importancia desde el punto de vista teológico: la universalidad. A lo largo de toda su narración es clara esta amplitud de horizontes que rebasan el estrecho mundo judío, característica ésta que seguramente asimiló y compartió con su maestro y compañero san Pablo, llamado justamente “el Apóstol de los gentiles”.
3.5. Plan y estructura de la obra:
3.5.1. Plan general de la obra:
Como lo hacen Marcos y Mateo, también Lucas organiza todo su material según un plan bien pensado y estructurado, que podemos llamar “plan lucano”, en el cual debemos necesariamente considerar también el libro de los Hechos de los Apóstoles, que es de hecho continuación del evangelio. Tomando en cuenta las dos obras, encontramos en el plan lucano una interesante “macrovisión” de la historia de la salvación, dividida en tres partes:
I. El tiempo de Israel, o tiempo de las promesas: para Lucas, este tiempo se remite a “Adán” (Cf. Lc 3, 38) y concluye con la predicación del Bautista (Cf. Lc 3, 1-17).
II. El tiempo de Jesús, o tiempo de la salvación: Jesús aparece al centro de la historia, para darle sentido salvífico. El misterio de la Encarnación manifiesta el cumplimiento de las promesas (Cf. Lc 2, 29-32), Jesús inicia solemnemente su ministerio público (Cf. Lc 4, 16-30) y sella su misión con el misterio pascual y su ascensión (Cf. Lc 24, 50-51).
III. El tiempo de la Iglesia, o tiempo del testimonio: después de la ascensión, la misión de Jesús se prolonga en el empeño de la Iglesia por extender el Reino de Dios y el anuncio salvífico a todos los pueblos, bajo la acción del Espíritu Santo (Cf. Hch 2, 1ss y 28, 23-31).
Junto a ese plan teológico fundamental, aparece una significativa referencia espacial, a manera de itinerario geográfico de Jesús, que es al mismo tiempo itinerario espiritual de la salvación:
-El Evangelio de Lucas comienza en Jerusalén, centro del judaísmo (Cf. Lc 1, 5-25), con la figura del Bautista, que representa el paso de la Antigua a la Nueva Alianza.
-Luego la escena se traslada a Galilea, centro del mensaje de Jesús, concretamente en Nazaret, donde Jesús inaugura su vida pública (Cf. Lc 4, 14-16).
-Desde Galilea, Jesús emprende su “subida hacia Jerusalén” (Cf. Lc 9, 51; 13, 22.33; 17, 11; 18, 31; 19, 28).
-En Jerusalén tienen lugar los hechos centrales de la salvación: última cena, pasión, muerte y resurrección (Cf. Lc 19, 41; 22, 1 - 24, 12).
-Desde Jerusalén, centro de la Buena Noticia, el Evangelio se anuncia en toda Judea (Cf. Hch 1, 1- 8, 3) luego en Samaria (Cf. Hch 8, 4) y hasta los confines de la tierra (Cf. Hch 9-28).
3.5.2. Estructura del evangelio de Lucas:
Con el trasfondo del plan general de la obra, ahora sí podemos sugerir una posible división del relato evangélico de Lucas, de la siguiente manera:
I. INTRODUCCION (Lc 1, 1 - 4, 13): preparación a la venida del Mesías, nacimiento e infancia de Jesús y preparación para su ministerio público.
II. MINISTERIO EN GALILEA (Lc 4, 14 - 9, 50): narración del ministerio de Jesús, desde su manifestación en Nazaret. Surge el núcleo de la futura Iglesia, con la conformación del grupo apostólico.
III. VIAJE HACIA JERUSALEN (Lc 9, 51 - 19, 28): constituye la parte central del relato, con el anuncio progresivo de la Pasión, Pascua y preparación de los discípulos para la misión.
IV. MINISTERIO EN JERUSALEN (Lc 19, 29 - 21, 38): Jesús entra triunfalmente en Jerusalén y enseña en el Templo.
V. ACONTECIMIENTO PASCUAL Y GLORIFICACION DE JESUS (Lc 22, 1 - 24, 53): como Profeta auténtico, Jesús muere en Jerusalén, pero su salvación tiene alcance universal. La Resurrección y ascensión de Jesús representan su glorificación y al mismo tiempo de la Iglesia, animada por el Espíritu.

4. Mensaje central del evangelio de Lucas:
La enseñanza del evangelio de Lucas es tan amplia y rica, que sólo leyéndola completa y detenidamente se puede apreciar su valor; en todo caso, podemos resumir algunos aspectos particulares que distinguen su mensaje de fe:
4.1. La misericordia infinita de Dios: Con toda razón podríamos llamarlo el “evangelio de la misericordia”; en efecto, en Lucas encontramos las páginas que mejor nos hablan de la ternura y la bondad misericordiosa de Dios, que se concretiza en la actitud de acogida y perdón que ofrece Jesús: los pecadores encuentran en El un verdadero amigo, cosa que contrasta con la rigurosa mentalidad judía (Cf. Lc 7, 34.36-50; 5, 27; 19, 7; 15, 1-32). Al mismo tiempo, la abundancia de bondad y perdón por parte del Padre y de Jesús mismo, provoca la conversión decidida: de la pecadora) (7, 36-50), de Zaqueo (19, 1-10), del “buen ladrón” (23, 39-43), e incluso del mismo san Pedro, que llora cuando se fija en él la mirada de Jesús.
Es particularmente conocido el capítulo 15, con su serie de parábolas (la oveja perdida, la moneda perdida, el hijo pródigo), que son un verdadero poema que revela y alaba la misericordia sin límites del Padre del cielo. Y no por caso sólo en Lucas leemos: “Sean misericordiosos como es misericordioso su Padre-Dios” (6, 36), en tanto que Jesús no se cansa de proclamar “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (5, 32).
4.2. La salvación universal: El perdón y la salvación de Jesús alcanza a todos los hombres. Jesús es el “nuevo Adán” que incorpora la humanidad entera a la dignidad y condición de hijos de Dios (Cf. 3, 23-38). Y en el plan de la salvación expuesto por Lucas, el Reino de Dios debe extenderse a todos los pueblos gentiles, particularmente después de la ascensión de Jesús (Cf. 3, 6; 24, 47).
4.3. Predilección por los pobres y marginados: La delicadeza de sentimientos y la sensibilidad de Lucas se reflejan también en su insistencia por privilegiar a los pobres, a los marginados, a los extranjeros, a quienes eran despreciados por el pueblo judío (Cf. 6, 20.30; 11, 41; 12, 15.33; 14, 33; 16, 19-31). Desde el comienzo de su ministerio público, Jesús anuncia solemnemente su opción por los pobres y excluidos, como parte esencial y constitutiva de su misión, en cumplimiento de lo anunciado por Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por eso me consagró. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los ciegos el don de la vista. A liberar a aquellos que están oprimidos e inaugurar el año de gracia del Señor” (4, 18-19; Cf. Is 61, 1-2). Y también, cuando los discípulos enviados por el Bautista preguntan a Jesús si de verdad él es el Mesías, Jesús ofrece una respuesta positiva diciendo: “Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos caminan..., y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia” (Lc 7, 22).
Lucas, a lo largo de su narración, reserva los más grandes privilegios para los pobres y para aquellos que no contaban en la sociedad de su tiempo: una pareja estéril (Zacarías e Isabel), los pastores que reciben por primeros la alegre noticia del nacimiento de Jesús, dos ancianos (Simeón y Ana), los extranjeros como objetos de la solicitud de Jesús y que incluso llegan a ser propuestos por El como ejemplo (Cf. Lc 7, 9; 10, 25-37; 17, 11-19).
Junto a la actitud de predilección por los pobres, Lucas nos presenta a un Jesús bastante severo ante los ricos. Esto es especialmente notorio en el contexto del “sermón de la montaña”, donde aparecen los duros “ayes”, en contraposición de las bienaventuranzas, de las cuales la primera evidencia una estima por la pobreza efectiva, y no como en Mateo, por ejemplo, que matiza la expresión agregando pobres “en el espíritu” (Cf. Lc 6, 20-26; Mt 5, 3).
4.4. Protagonismo de la mujer: A contracorriente de la costumbre judía, Lucas da un puesto privilegiado a la mujer en la realización del diseño salvífico. En manera particular sobresale la figura de María, que ocupa un papel protagónico en la escena de los acontecimientos en función de Cristo. Aparecen también destacadas figuras femeninas como Isabel, Ana, la viuda de Naím, la pecadora convertida, las piadosas mujeres que acompañaban al Señor y con sus bienes apoyaban su tarea de predicación, Marta y María, amigas cercanas de Jesús, etc. (Cf. Lc 7, 11-17.36-50; 8, 1-3; 10, 38-42; 23, 49.55; 24, 10).
4.5. Importancia de la oración: Efectivamente, Lucas es el evangelista que más habla de la oración. Presenta a Jesús en oración ante cada momento importante de su ministerio mesiánico: en el Bautismo, en la elección de los apóstoles, en la transfiguración, antes del Padrenuestro, en el Getsemaní (Cf. Lc 3, 21; 6, 12; 9, 28; 11, 1; 22, 41). La oración constituía la fuerza dinámica de toda la vida de Jesús.
Pero no sólo nos muestra un Jesús orante; Lucas, además, presenta a un Jesús que enseña a orar a sus discípulos, y que los invita a ser personas de oración (Cf. Lc 6, 28; 10, 2; 11, 1-13; 18, 1-8; 21, 36). Y podemos encontrar en su relato ejemplos concretos y maravillosos de oración, como el Cántico de María (1, 46-55), la oración de Zacarías (1, 66-79), el Padre Nuestro, oración cristiana por excelencia (10, 21-24), la oración en Getsemaní (22, 39-46) y desde la cruz (23, 33-46).
4.6. Presencia activa del Espíritu Santo: En relación con el tema anterior, vale decir que el fruto de la oración es el don del Espíritu Santo (Cf. Lc 11, 13). Y desde el evangelio, Lucas anticipa lo que en los Hechos de los Apóstoles será el centro de toda la fuerza del Evangelio en expansión: el protagonismo del Espíritu Santo tanto en la vida de Jesús como en la del cristiano. El evangelista refiere con frecuencia dicha acción del Espíritu en Jesús y en la historia de la salvación (Cf. Lc 1, 15.35.41.67; 2, 25-27; 3, 16.22; 4, 1.14.18; 10, 21; 11, 13; 12, 10.12, etc.).
4.7. La alegría cristiana: Ante la salvación que se ofrece gratuita y abundantemente a todos, ante la ternura de Dios con los pobres y los pecadores, la reacción espontánea que surge en los corazones no puede ser otra que la alegría, que a su vez es fruto del Espíritu Santo. Desde los primeros versículos del evangelio, Lucas infunde esta tónica gozosa a todo su relato (Cf. 1, 44.47ss. 67ss).
La fiesta, la música y la danza animan la celebración del retorno del hijo a los brazos del Padre misericordioso (Cf. 15, 25), y también la gente sencilla, al ver las obras maravillosas de Jesús, se alegran y alaban a Dios (Cf. 5, 26; 10, 17; 13, 17; 18, 43; 19, 37), los pecadores acogen gozosos el don del perdón (Cf. 19, 6) y el broche de oro a todo el evangelio incluye también una mención a la alegría, cuando los discípulos, después de la ascensión del Señor “regresan a Jerusalén llenos de alegría” (24, 52).
4.8. La responsabilidad del discípulo: La ternura misericordiosa de Dios y el optimismo de la salvación universal no ocultan las dificultades y sombras del camino de Cristo y del cristiano. Lucas subraya, más que los otros evangelistas, la responsabilidad del discípulo ante la misión que le corresponde en el proyecto salvífico de Dios, y exige una opción radical. Optar por Cristo y comprometerse con El en la causa del Reino implica, ciertamente, renuncias, sacrificio y sufrimiento (Cf. 5, 11; 9, 3.23-26.57-62; 10, 3-9).
4.9. Jesucristo Profeta, Salvador y Señor: La figura que ofrece Lucas de Jesús puede ser delineada a partir de estos tres conceptos tan ricos de significado. En efecto, Jesús es modelo de Profeta, ungido y escogido directamente por el Padre (Cf. 4, 16-30), y en este mismo sentido, Lucas lo presenta como el “Nuevo Elías” (Cf. 7, 11-17), y el mismo Jesús, ante la realidad de su muerte se autodefine como el Profeta que debe morir en Jerusalén (Cf. 13, 33).
Otro término propio de Lucas para referirse a Jesús es el de “Salvador” (Cf. Lc 2, 11; Hch 4, 12; 5, 31; 13, 23), y junto a éste, se le confiere también el concepto de “Señor”, con el cual se reconoce el dominio sobre toda la historia en la perspectiva mesiánica de la salvación universal (Cf. Lc 7, 13.19; 10, 1.39-40; 11, 39, etc.).

Conclusión:
El evangelio de Lucas, según lo que hemos podido constatar, es el evangelio del testigo, del evangelizador, porque nos ofrece una gradual formación en la fe cristiana, para convocarnos a la tarea evangelizadora que no debe conocer límites de raza, culturas, espacios ni tiempos. Como esta breve presentación de Lucas es insuficiente, queda a cada uno el compromiso y el desafío de leer directamente todo el evangelio, para tomar conciencia de la riqueza de sus enseñanzas y para poderlas llevar a la práctica en nuestra vida cotidiana de seguidores de Cristo.

San Juan:
El Evangelio del Cristiano Maduro

En nuestro empeño de facilitar y motivar el contacto vivencial de nuestros lectores con la Palabra de Dios, nos hemos acercado ya al testimonio de fe que nos ofrecen los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas; llamados “evangelios sinópticos”, justamente por sus notables similitudes y coincidencias. Ahora nos proponemos acompañarlos en una modesta pero apasionante incursión en el mundo original y maravilloso del evangelio de Juan.

1. ¿Quién era el apóstol san Juan?
Aunque el tema del autor de este evangelio es una cuestión compleja, de la cual nos ocuparemos un poco más adelante, conviene comenzar por una aproximación a la figura del apóstol Juan que, en cualquier caso, está a la base de este relato evangélico.
Cuando buscamos noticias sobre Juan, el hijo de Zebedeo, hermano de Santiago el Mayor, curiosamente constatamos que, el así llamado “Evangelio de Juan”, no nos proporciona ninguna información. Sólo una vez menciona a “los hijos de Zebedeo” (Cf. Jn 21, 2), pero sin nombrar siquiera explícitamente a Juan. En cambio sí hace frecuentes referencias al “discípulo que Jesús amaba”.
Los evangelios sinópticos, por su parte, ponen en escena, con mucha frecuencia, a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, formando parte del grupo de los Doce y en circunstancias muy especiales como en la Transfiguración, en el Getsemaní, etc. Sin embargo, no hacen ninguna mención al “discípulo amado”. Estas circunstancias han llevado a plantear la pregunta ¿Juan, el apóstol e hijo de Zebedeo es el mismo “discípulo a quien Jesús amaba”? Aunque se continúa estudiando al respecto, la Tradición de la Iglesia ha considerado que sí, se trata de un solo personaje; es decir, el apóstol Juan se identifica con el “discípulo amado”. A partir de esto, podemos volver nuestra mirada al Nuevo Testamento para encontrar mayores detalles acerca del apóstol san Juan.
Tanto Marcos como Mateo nos presentan el episodio en el cual Jesús invita a Santiago y su hermano Juan a seguirlo, mientras ellos se encontraban en su labor de pescadores; la prontitud de su respuesta es elocuente: “Ellos partieron tras El, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los ayudantes” (Cf. Mc 1, 19-20; Mt 4, 21-22). Sabemos, además, que la madre de estos dos apóstoles se llamaba Salomé, hacía parte del grupo de mujeres que seguían a Jesús “para servirlo”, y aparece incluso en el Calvario (Cf. Mc 15, 40-41; 16, 1; Mt 27, 55-56; Lc 8, 2ss.).
Juan había sido previamente discípulo del Bautista (Cf. Jn 1, 35-40), pero, una vez que ha aceptado la llamada del Maestro, se encuentra junto a El a lo largo de todo el ministerio público (Cf. Mc 5, 37; 9, 2; 10, 35; 14, 33; Mt 17, 1; 26, 37; Lc 8, 51; 9, 28, etc.); “el discípulo amado” es también humilde y silencioso protagonista de los acontecimientos en el Cenáculo y en el Calvario, donde recibe a María como Madre (Cf. Jn 13, 23; 19, 26-27), y es privilegiado testigo del “sepulcro vacío” y de las apariciones del Resucitado (Cf. Jn 20, 2-10; 21, 7.20.23).
El libro de lo Hechos de los Apóstoles lo menciona siempre después de Pedro, con quien comparte momentos decisivos de la primera evangelización y de la vida de la naciente Comunidad Cristiana (Cf. Hch 3, 1-11; 4, 1-4.13.19; 8, 14), y el propio san Pablo lo reconoce entre las “columnas” de la Iglesia (Cf. Ga 2, 9).
Fuera de estos datos que nos proporciona la Sagrada Escritura, no conocemos mayores detalles sobre su apostolado posterior, sin embargo, la Tradición de la Iglesia considera que Juan pudo haber permanecido largo tiempo en Palestina, hasta la muerte de María Santísima. Habría pasado luego por Antioquía para acabar en Efeso, donde murió a edad muy avanzada, después de haber sufrido un destierro en la isla de Patmos, bajo el imperio de Domiciano.

2. ¿Cuál fue el proceso de composición del evangelio de Juan?
El evangelio de Juan, llamado también “Cuarto Evangelio”, tuvo un singular proceso de formación. La trayectoria que ha seguido este relato evangélico hasta llegar a su forma actual implica una larga historia, prácticamente desde el año 28 ó 30 hasta el final del primer siglo de la era cristiana.
A partir del testimonio del apóstol Juan, se va configurando una tradición evangélica que será el germen del Cuarto Evangelio. Así, pues, la tradición “joánea” se formó en un ambiente palestinense, hacia el año 66, constituida básicamente por relatos de “signos” y discursos de revelación. Esta tradición oral fue originalmente en arameo, que era la lengua de Jesús y de la primera comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, pero de esta fase más arcaica del Evangelio actual sólo quedan muy poquitos términos y expresiones.
Con base en esta tradición oral, que tiene su origen en el “discípulo amado”, se elaboró luego una especie de “primera edición” del evangelio de Juan; esta vez en contexto griego. La Tradición señala a Efeso como ambiente geográfico en el cual se escribe el relato evangélico de Juan. En esta segunda etapa de elaboración se incluyen abundantes meditaciones y consideraciones espirituales, acerca de la vida, signos y discursos de Jesús que, sin disminuir la veracidad histórica de los acontecimientos, dan al relato un carácter particular de profundidad teológica. Esto pudo acontecer hacia los años 85-90.
Y, finalmente, vendría una “segunda edición” del evangelio de Juan, realizada después de la muerte del apóstol, en la cual se agregó el capítulo 21 y una segunda conclusión general. De esta manera queda configurado el relato tal como ha llegado hasta nosotros.

3. Entonces ¿quién es el autor del Cuarto Evangelio?
Por mucho tiempo en la Iglesia se creyó que el autor directo de este relato evangélico era el apóstol Juan, hijo de Zebedeo. Y existían válidos motivos para afirmarlo. En efecto, hay testimonios muy antiguos, incluso de Padres de la Iglesia como san Ireneo y san Clemente, que atribuyen al apóstol Juan la autoría del evangelio que lleva su nombre. Por ejemplo, la tradición transmitida por Ireneo, hacia el año 185, decía: “Juan, el discípulo del Señor, el que se reclinó sobre su pecho, ha publicado también el Evangelio, durante su estancia en Efeso”.
Estos testimonios son muy importantes, pero no son suficientes para afirmar que el Evangelio canónico haya sido escrito por el apóstol san Juan. Y entre los estudiosos contemporáneos difícilmente se encuentra uno que todavía defienda esta teoría; más bien están de acuerdo en afirmar que el autor directo del relato pudo ser un discípulo Juan, una generación más tarde del apóstol, como lo demuestra el análisis interno de la obra, donde se refleja un mundo cultural muy distante de la cultura del pescador de Galilea.
Aunque es una cuestión no resuelta completamente, podemos concluir, como datos seguros acerca del autor del Cuarto Evangelio, al menos dos consideraciones: 1a. El evangelio según san Juan no fue obra directa del apóstol Juan, hijo de Zebedeo. Y 2a. Sin embargo, la composición de este evangelio se remonta a la escuela del apóstol Juan, o sea, a sus discípulos quienes, en todo caso, al redactar el relato se basaron en el testimonio, predicación y recuerdos del apóstol Juan.

4. Características generales del evangelio de Juan, en relación con los Sinópticos:
4.1. En cuanto al contenido: En su narración, Juan no dice nada acerca de la infancia de Jesús, y muchos datos que él incluye de la vida del Maestro no aparecen en los Sinópticos. Los episodios relatados tanto por Juan como por los Sinópticos son pocos: el Bautismo (Cf. Jn 1, 32-34), los vendedores expulsados del templo (Cf. Jn 2, 13-17), la multiplicación de los panes (Cf. Jn 6, 1-13), la caminata sobre las aguas (Cf. Jn 6, 16-21), la unción en Betania (Cf. Jn 12, 1-8), la entrada en Jerusalén (Cf. Jn 12, 12-19) y, naturalmente, todo lo referente a la Pasión y Resurrección.
Pero, incluso estos relatos comunes, conservan en Juan una manera propia de narración, dejando entrever que contaban con “fuentes” propias, diversas de las fuentes que están al origen de los Sinópticos, y con una “finalidad” también particular.
De los 29 milagros relatados por los Sinópticos, sólo dos son mencionados en Juan, y no bajo la denominación de “milagros”, sino más bien definidos como “signos”, lo cual indica una intencionalidad específica. Y a éstos dos signos agrega otros seis que no encontramos en los Sinópticos: el agua convertida en vino, en Caná de Galilea (Jn 2, 1-11), la curación del hijo del funcionario, en Cafarnaún (Jn 4, 46-54), la curación del paralítico, en Betsaida (Jn 5, 1-9), la curación del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-17), la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-44) y la pesca abundante (Jn 21, 1-14). Se entiende, entonces, que Juan seleccionó entre los signos reveladores de la gloria de Jesús, aquellos que mejor se adaptaban a su objetivo didáctico-catequístico.
4.2. En cuanto al lenguaje: Juan utiliza y pone en boca de Jesús un lenguaje profundo, reflexivo y abstracto, rico de discursos. Es un lenguaje más bien limitado, poco numeroso, pero repetido intencionalmente. También en las afirmaciones, Juan hace decir lo mismo varias veces, de diversos modos.
En el Cuarto Evangelio Jesús parece un teólogo que profundiza su mensaje en discursos temáticos, como si quisiera hacer pequeños tratados sobre temas específicos. Pero el manejo que hace Juan del lenguaje es magistral, con un vocabulario reducido y sabiamente articulado.
Al tiempo en que se elabora la redacción final de este evangelio (finales del siglo I), las comunidades cristianas ya han crecido, y no les hace falta tanto saber noticias históricas de Jesús, cuanto profundizar su fe adulta, necesitan tener clara la identidad de su fe cristiana, frente a las ideas de la cultura griega circundante. Por eso el evangelio de Juan recoge lo mejor de la tradición judía, pero la interpreta y expresa con los nuevos conceptos que se manejaban en la cultura helenística, y que eran ya familiares a las nuevas comunidades cristianas, como, por ejemplo, los conceptos luz-tinieblas; vida-muerte, amor, “logos”, etc., y los adapta a la concepción cristiana de la fe.
4.3. En cuanto al marco histórico-geográfico: También en este aspecto, el marco histórico, geográfico y cronológico de la vida de Jesús es muy diferente en Juan y en los Sinópticos. Para los Sinópticos, Jesús comienza y desarrolla su ministerio en Galilea, con un único viaje a Jerusalén; en cambio, en Juan encontramos frecuentes cambios de escenario geográfico en la actividad de Jesús, y menciona al menos tres pascuas (Cf. Jn 2, 13; 6, 4; 12, 1) y cuatro viajes a Jerusalén (Cf. Jn 2, 13; 5, 1; 7, 10; 12, 12), lo cual permite concluir que el ministerio público de Jesús duró por lo menos tres años, según el testimonio del Cuarto Evangelio.
Juan, a diferencia de los Sinópticos, concede poco espacio al ministerio de Jesús en Galilea, describiendo sólo su inicio (Cf. Jn 4, 43-54) y su fin (Cf. Jn 6). Y precisa que Jesús abandonó del todo Galilea para dirigirse a Jerusalén, en ocasión de la fiesta de los Tabernáculos, o sea, seis meses antes de su muerte. A propósito de la muerte del Señor, mientras los sinópticos la ubican en el día mismo de la Pascua judía, Juan afirma que la crucifixión tuvo lugar en la víspera de dicha fiesta, es decir, el día de la Preparación de la Pascua (Cf. Jn 18, 28; 19, 31).
Las notorias diferencias entre el relato evangélico de Juan y los relatos Sinópticos no deben ser considerados como contradicciones, pues recordemos que a los evangelistas, más que la exactitud histórica o geográfica de los hechos, les interesa el mensaje de fe que de allí pueden extraer y comunicar a sus comunidades, por eso adaptan los hechos, buscando en ellos su significado y enseñanza. Las diferencias, entonces, se explican y comprenden a partir de los diversos enfoques que los evangelistas dan a sus relatos.
De todas maneras, debemos hacer presente una paradoja: mientras, por una parte, el evangelio de Juan es el más “espiritual” y el más profundo, más interesado en la doctrina que en la historia de Jesús, y nos da pocas informaciones sobre el nacimiento, infancia y desarrollo de su actividad, por otra parte, es el evangelio al cual se le atribuye mayor precisión histórica, porque las informaciones que ofrece acerca de lugares, personajes y tiempos merecen toda confianza y han sido comprobados por los descubrimientos arqueológicos y por las investigaciones de los estudiosos.

5. ¿Cuál es el objetivo fundamental del Cuarto Evangelio?
Es claro que este relato evangélico fue escrito con una finalidad fundamental que la misma obra manifiesta: “Muchos otros signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritos en este libro. Estos fueron escritos para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que por esta fe tengan vida en su nombre” (Jn 20, 30-31). Así queda definido el carácter esencialmente cristológico de este evangelio, que acertadamente podríamos también llamar “Evangelio de la gloria de Cristo”, una gloria que se revela no sólo en los densos discursos, sino también en los signos prodigiosos (que los otros evangelistas denominarán “milagros”), y en el misterio de su pasión, muerte y resurrección.
En Juan encontramos a un Jesús que con frecuencia habla de sí mismo y revela su íntima relación con el Padre, por quien fue enviado y del cual depende, no sólo en el ser (Cf. 10, 30), sino en el hablar (Cf. 3, 11; 5, 30; 7, 17; 12, 49; 14, 10) y en el obrar (Cf. 4, 34; 5, 30; 6, 38); enviado al mundo para traer al hombre la salvación mediante la fe en El (Cf. 10, 11-16). Es un Cristo ante el cual siempre se tiene la libertad de aceptarlo o rechazarlo, pero exige esta decisión, sabiendo que a quien lo recibe le da el poder de “llegar a ser hijo de Dios” (Cf. 1, 12), como El y en El, mediante el don del Espíritu Santo que promete enviar desde el Padre (Cf. 14, 26; 16, 7), para cumplir su obra de salvación y santificación (Cf. 16, 8.13-15).
En definitiva, la intención básica de este relato es la de ser un auténtico “Evangelio”, es decir, la buena noticia de salvación en Cristo, para suscitar en quien recibe el anuncio la fe que lo conduce a la vida eterna.

6. ¿Cuál es la estructura del evangelio según San Juan?
Considerando el Cuarto Evangelio desde su aspecto estructural, lo primero que notamos son dos grandes partes bien definidas:
1. Libro de los “signos”: capítulos 2 - 12.
2. Libro de la Pasión y Pascua: capítulos 13 - 20.
No resulta fácil delinear una estructura más detallada, sin embargo, a partir de estas dos partes bien definidas, si tomamos en cuenta también el solemne prólogo y la adición posterior del capítulo 21, podríamos aventurarnos a sugerir un esquema, tal vez no tan preciso, pero que al menos nos permita tener una visión de conjunto de todo el relato evangélico:
I. Prólogo: (Jn 1, 1-18)
II. Los testigos: Juan Bautista y los primeros discípulos: Jn 1, 19-31; 3, 22-26.
III. El libro de los signos: capítulos 2 - 12.
3.1. El signo del vino en Caná de Galilea: Jn 2, 1-12.
3.2. Jesús expulsa a los vendedores del templo: Jn 2. 13-24.
3.3. Jesús y Nicodemo: el nuevo nacimiento en el agua y en el Espíritu: Jn 3, 1-21.
3.4. Jesús y la Samaritana: el culto a Dios en espíritu y verdad: Jn 4, 1-45.
3.5. Curación del hijo de un funcionario: Jn 4, 46-54.
3.6. Jesús: Pan de Vida: Jn 6.
a) Signo: multiplicación de los panes: 6, 1-21.
b) Discurso sobre el Pan de Vida y la Eucaristía: 6, 22-58.
c) Diálogos y otros relatos: 6, 59 - 8, 59.
3.7. Jesús: Luz del mundo: curación del ciego de nacimiento: Jn 9, 1-41.
3.8. Jesús: Buen Pastor que da la vida por su grey: Jn 10, 1ss.
3.9. Jesús: Vida y Resurrección: signo de la resurrección de Lázaro: Jn 11, 1ss.
IV. La “hora” de Jesús: capítulos 13 - 20.
4.1. Discursos de despedida: Jn 13 - 17.
a) Jesús lava los pies a sus discípulos y explica el sentido del gesto: Jn 13, 1ss.
b) Jesús y el Padre: Jn 14, 1ss.
c) Jesús: la Vid verdadera: Jn 15, 1ss.
d) Jesús anuncia su partida y promete enviar al Espíritu: Jn 15, 26 - 16, 33.
e) Oración sacerdotal: Jn 17, 1ss.
4.2. La Pasión y la Gloria: Jn 18 - 20.
a) Arresto, proceso, crucifixión, muerte y sepultura: Jn 18, 1 - 19, 42.
b) Anuncio de la resurrección y apariciones del Resucitado: Jn 20, 1ss.
c) Conclusión del Evangelio: finalidad del libro: Jn 20, 30-31.
V. Apéndice del libro: capítulo 21.

7. Mensaje central del evangelio de Juan
Según lo que ya hemos podido constatar hasta aquí, el evangelio de Juan goza de una profundidad y riqueza de significados sorprendentes, y siempre será poco lo que podamos decir acerca de su enseñanza: es el evangelio espiritual del cristiano maduro, es una elaboración teológica a partir del acontecimiento histórico de Cristo, es el evangelio de los “signos” reveladores de la gloria del Señor; es el evangelio de la vida y del amor, de la gracia y del bautismo, del Padre y de la Eucaristía; de la “Hora” de Jesús y de la acción del Espíritu... Por eso, para no perdernos en un sinnúmero de consideraciones, vamos a tratar de sintetizar el mensaje central de Juan bajo tres aspectos fundamentales: cristológico, antropológico y eclesiológico.
7.1. Perspectiva cristológica: Es evidente el carácter eminentemente cristológico de la teología que encontramos en el evangelio de Juan. Y este Jesús, eje central del Cuarto Evangelio, es al mismo tiempo el revelador del Padre, mediante la vida y su palabra; incluso su muerte y resurrección son interpretadas como un “retorno al Padre”. Siguiendo cuanto sugiere un reconocido estudioso del Nuevo Testamento, el P. Giuseppe Segalla, podemos resumir en cuatro “modelos interpretativos” la cristología de San Juan:
1. El primero es un modelo tradicional: Jesús es el Hijo unigénito, enviado del Padre al mundo para salvarlo (Cf. Jn 3, 16-17). Por ser hijo unigénito, sólo El puede revelarnos al Padre (Cf. Jn 1, 18), porque “El está en el Padre y el Padre en El” (14, 10-11).
2. El segundo modelo es presentado en el “prólogo” del evangelio: Jesús es el “Verbo” que desde el principio estaba junto a Dios y era Dios; es la Palabra que se encarnó para revelar a los hombres la gloria del Padre y que da a los creyentes el poder de llegar a ser “hijos de Dios” (1, 13-13).
3. El tercer modelo está en referencia con el título “Hijo del hombre”: en efecto, Jesús es el Hijo del hombre bajado del cielo (Cf. Jn 3, 13; 6, 38.42), y habiéndose encarnado se presenta ya, ahora, como el juez que salva a quien lo recibe por la fe. La condenación, en este sentido, viene del hecho de rechazar a Jesús. Este Hijo del hombre, reina desde la cruz para atraer a todos hacia El (Cf. Jn 12, 32; 19, 17-22) y después de la resurrección “subirá a donde estaba antes” (6, 62, Cf. 20, 17).
4. El cuarto modelo cristológico aparece en los discursos de revelación típicos de este evangelio: sobre todo en las múltiples ocasiones en que Juan pone en boca de Jesús la expresión absoluta “Yo soy”, que lo ubica en el mismo plano de Dios, según la revelación ya presente en el Antiguo Testamento (Cf. Ex 3, 13-15; Jn 8, 24.28; 13, 19), pero también en otras expresiones que Jesús refiere a sí mismo: Jesús es el pan de vida (Cf. 6, 35.51), la puerta del rebaño (Cf. 10, 7.9), el buen pastor (Cf. 10, 11.14), la resurrección y la vida (Cf. 11, 25), el camino, la verdad y la vida (Cf. 14, 6), la vid verdadera (Cf. 15, 1.5).
Cabe anotar que esta elevada cristología de Juan depende del acontecimiento histórico, leído en profundidad con los ojos de la fe: el Verbo encarnado es la revelación y la visualización del Padre invisible y trascendente. Es una revelación histórica que, acogida por la fe, hace entrar al hombre en la vida misma de Dios.
7.2. Perspectiva antropológica: Para san Juan, el hombre se encuentra inmerso en las tinieblas, bajo el dominio del príncipe de este mundo, el diablo (Cf. 8, 44); si se resiste conscientemente a creer, permanece en las tinieblas, pero en cambio, si acepta a Cristo y se deja iluminar por El, que es la luz del mundo, no sólo será liberado del poder de las tinieblas, sino que además poseerá la vida. Por eso, en Juan, la fe es entendida como conversión. La intención del Padre al enviar a su Hijo no es condenar al mundo, sino salvarlo; quien recibe a Cristo como luz y obra la verdad ya está salvado (Cf. Jn 3, 18-21).
Un texto que condensa la esencia de la antropología de Juan es el comentario final del diálogo de Jesús con Nicodemo: “Dios, de hecho, ha amado tanto al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en El no se pierda, sino que tenga la vida eterna. Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve por medio de El” (3, 16-17).
Mientras que para los sinópticos la vida eterna es futura, para Juan, en cambio, está ya presente en el creyente, y para él la muerte ya no tiene importancia (Cf. 8, 51-52). Pero al mismo tiempo la condena está ya presente para quien se resiste a creer y permanece (Cf. 8, 24). La respuesta de fe no es sólo un acto de la inteligencia o de la voluntad, exige una práxis concreta de la verdad, en la justicia y la caridad fraterna, es decir, “poner en práctica la palabra de Jesús” (Cf. 12, 47; 17, 17).
7.3. Perspectiva eclesiológica: Jesús confía su grey a Pedro, que debe continuar visiblemente el ministerio pastoral del Maestro (Cf. Jn 10) en el tiempo de la Iglesia. Pero debe ser un ministerio centrado en la fe de Jesús, porque el rebaño debe ser conducido a su verdadero pastor, que es precisamente Jesús (Cf. 21, 15-17).
En el contexto eclesiológico, Juan hace también valiosas referencias de índole sacramental: respecto al perdón de los pecados, mediante el don del Espíritu (Cf. 20, 21-23); el bautismo, como nuevo nacimiento a la vida de Dios, por el agua y el Espíritu (Cf. 3, 3-5; 19, 34-35); la eucaristía, en su realidad esencial de inserción vital en Cristo (Cf. 6, 51-58).
Según la situación que vivía su comunidad cristiana, más que hablar de la autoridad eclesiástica o de los sacramentos, a Juan le interesa poner en evidencia el significado básicamente cristológico y trinitario de estas realidades eclesiales: no se debe concebir una institución como fin en sí misma, o unos sacramentos como actos rituales casi automáticos o mágicos, separados de Cristo, esta es la advertencia que podemos deducir de la enseñanza joánea. En cambio, el cristiano vive en una comunidad en la cual encuentra la palabra de Jesús, la guía, la vida y la esperanza en la resurrección futura y en el regreso del Señor (Cf. 21, 22).

Conclusión
Esta breve presentación que hemos sugerido del evangelio de Juan, en lugar de calmar debe despertar nuestra sed de la Palabra, debe avivar el anhelo e ir directamente a la fuente para aprovechar de su riqueza. Les aseguramos que no quedarán defraudados cuando se acerquen directamente al texto de Juan y encuentren en él una doctrina de vida que puede dar la orientación acertada de nuestra existencia cristiana. Pero, eso sí, sepan que también se verán confrontados ante la radical alternativa que aparece a lo largo de todo el evangelio: o aceptar a Jesús por la fe, o rechazarlo para continuar en las tinieblas. Y la opción por Cristo se convierte, a su vez, en punto de partida de una vida nueva, comprometida en la práctica de las obras de la verdad, de la luz, del amor.

TOMADO DE
Revista Vida Pastoral
números 89 al 92)
Editada por la Sociedad de San Pablo

No hay comentarios:

Publicar un comentario